Opinión: Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Vivir Bien y la Responsabilidad Social

Javier Espada Valenzuela [1].- El fallecido filósofo Zygmunt Bauman, uno de los pensadores más críticos y comprometidos de nuestros tiempos, en su modelo de “modernidad líquida”, entendía que nuestro mundo se encuentra en constante cambio y movimiento. Y que por tal motivo, nada puede quedarse estéril, pasivo ni rígido. Establecía que nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista y que si bien, ha habido medidas de un aparente “rescate” de la economía tradicional, no es sino otro artilugio para seguir enriqueciendo a los más ricos y empobreciendo a los más pobres.

No es casual que las nuevas teorías económicas busquen permanentemente, no solo el éxito en los indicadores macro y microeconómicos, sino que también se concentran en impactos del bienestar social con economía social, economía verde o economía circular.

Es también cierto que el modelo capitalista tradicional se encuentra en su momento más decadente, con índices de pobreza, desigualdad social, consumismo desmedido y exclusión. Sin considerar además, la aceleración de la destrucción del medio ambiente y cambio climático.

Por ello, no extraña que todos los países hayan acordado suscribir objetivos globales que busquen la reducción de los impactos en la población mas desfavorecida. Estos objetivos, también ratificados por Bolivia, se denominan Objetivos de Desarrollo Sostenible.

A nivel regional han ido surgiendo otras visiones y cosmovisiones alineadas al pensamiento ancestral indígena. Bolivia y Ecuador han sido ejemplo de la inserción de esta cosmovisión en el Estado y se han aprobado normativas que tienden a transversalizar la visión en todo el quehacer político, social y económico de las instituciones públicas y privadas para que exista armonía con la madre tierra y todos los elementos que la componen, incluidos los seres humanos. Este concepto parte del impacto humano, positivo y negativo con respecto al planeta.

Por último, en los recientes 60 años ha ido surgiendo una corriente de gestión empresarial denominada Responsabilidad Social que persigue, no solo desafíos estatales con respecto a su impacto global como lo plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ni la concentración en las acciones humanas como lo hace el Vivir Bien. Sino que postula el impacto positivo y negativo de todas las organizaciones económicas dentro del modelo económico que sea, considerando a la empresa pública o privada como un ser que también incide en los efectos hacia la sociedad.

Y pues, por supuesto, existen voces a favor y en contra de todos estos desafíos. El intento en este artículo es armonizarlos. Considerando que las instituciones, organizaciones económicas y los seres vivos se encuentran interrelacionados y que son dependientes unos de otros.

Algunas voces disidentes respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible plantean que existe disparidad entre los países, no solo en términos sociales o económicos, sino que me atrevería decir históricos. Y considero cierto. Mientras algunos ya viven su cuarta revolución industrial otros ni siquiera han tenido su primera y por tanto, exigir a todos los mismos retos y desafíos es desproporcionado. Cada país debería ir a su ritmo, sin necesidad de ser comparado con otro, que posiblemente cuente con momentos históricos avanzados y economía desarrollada. Por otro lado, con respecto al Vivir Bien, sólo los dos países mencionados líneas arriba han avanzado en el concepto y Ecuador ha logrado, inclusive, tener un Ministerio del Buen Vivir. El desafío estará en ver si esto podrá ser sostenible y si se ha logrado internalizar en toda la sociedad.

En cuanto al concepto de Responsabilidad Social. La última y quizá más radical intervención que he escuchado contra ella, es que no debería implementarse en un modelo con tendencia social, ya que persigue hacer quedar bien a la empresa a través de prácticas como el Green Washing o lavado de imagen. Si bien el constante desafío ha sido hacer entender que Responsabilidad Social y Marketing son dos cosas totalmente diferentes, y que así como el Marketing en un inicio era incomprendido pero llegó para quedarse, de igual forma la Responsabilidad Social.

Ahora no queda nada más que salir de la filosofía y concentrarnos en aspectos prácticos. Y por ello, en este artículo lo que pretendo es demostrar que tanto los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Vivir Bien y la Responsabilidad Social son conceptos interconectados, que buscan resultados concretos y complementarios. Para ello, he elaborado esta tabla usando indicadores públicos globales y otros extraídos de los estudios de René Ramírez Gallegos (Ecuador) y el Padre Xavier Albó (Bolivia).


[1] Es Máster en Sostenibilidad en Bolivia.

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