La ética… pero, ¿qué es la ética? (I)

Antonio ArgandoñaAntonio Argandoña (1).-“A estas alturas, ¿no sabes todavía qué es la ética?” Bueno, este parece ser un problema muy generalizado en nuestra sociedad. Cuando hace más de un cuarto de siglo empecé a trabajar con otros expertos (en muchos casos, novatos) para impulsar la ética de la empresa en Europa, pensaba que lo importante era hablar de la ética,aunque hablásemos de cosas distintas.

Aquello dio resultado; tenemos ya mucha teoría, mucha práctica y mucho interés en la ética de la empresa. Pero ahora notamos más la diferencia en la manera de entenderla.

No quiero dar lecciones sobre este tema. Primero, porque no tengo derecho a darlas. Y segundo, porque ir dando aprobaciones y censuras a diestro y siniestro es un medio para que, a su vez, me descalifiquen a mí. Pero sí quiero decir algo.

Primero: la ética, para mí, no es cuestión de blanco o negro: esto está bien o está mal. Hay muchos grises. Claro que hay cosas radicalmente malas, pero otras muchas no pueden ser calificadas de manera absoluta. Pagar un soborno a un funcionario está mal, claro. Pero hay veces en que el funcionario nos pone entre la espada y la pared, y las consecuencias de no pagar el soborno pueden ser desastrosas para mí y para otras personas. Decir “está mal, no se puede hacer, nunca”, puede ser una trampa para añadir “pero no me queda otro remedio, de modo que voy a hacerlo” y, quizás, pensar “todos lo hacen, estamos en un mundo podrido”, y concluir “nunca podemos ser del todo éticos, de modo que… vamos a hacerlo que podamos”, que se interpreta como “a ganar dinero, o a pasarlo bien, que son cuatro días”. Pagar un soborno puede ser algo muy malo en algunos casos, y puede ser algo menos malo, en otros. Y esto no es relativismo ético: no estoy diciendo que esto puede ser bueno para mí y malo para ti, y que nadie tiene derecho a decir que yo tengo razón y tú no, de modo que ambas posturas son buenas, y que cada uno piense lo que quiera, y cambie de manera de pensar como le dé la gana, y no tiene que dar explicaciones a nadie. “Donde no hay distinción, hay confusión”, decían los clásicos. Vamos a distinguir.

¡Ah!, y por el hecho de que diga que tal o cual acción puede ser menos mala, no quiero decir que… ¡ancha es Castilla!, lancémonos por esta vía. Primero, porque, si hoy estoy ante un dilema ético, probablemente cometí un error en el pasado, y ahora pago las consecuencias. O sea, tengo algo de culpa en lo que me pasa. Y segundo, porque debo ponerme a trabajar inmediatamente en corregir aquel error y tratar de evitar que esto ocurra en el futuro. Esto es algo muy importante, pero me temo que muchos se despreocupan de esto, y acaban haciendo cosas rematadamente malas, no porque lo sean en sí, sino porque no han hecho nada para evitarlas.

Vaya, me he alargado mucho en esta entrada. Seguiré otro día.

Fuente: http://diarioresponsable.com/redponsable/antonioargandon

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